René de Lamar

Emociones o síntomas de enfermedad al envejecer

Asistimos en pleno siglo XXI al envejecimiento del envejecimiento: el grupo de los mayores de 80 años es el que más crece, aunque de manera muy diferente, recorriendo un amplio abanico de posibilidades que va desde el envejecimiento exitoso y saludable hasta la pluripatología que genera polimedicación, discapacidad y dependencia, manifestándose como síndromes geriátricos. 

Con una especial relevancia por su elevada incidencia, prevalencia e impacto, destacamos las enfermedades vinculadas al sistema nervioso central en sus múltiples variantes por la pérdida de autonomía que producen el sufrimiento que genera a pacientes, familiares y cuidadores a lo que se suman elevados costes directos e indirectos.

La ciencia médica, desde diferentes especialidades y con frecuencia actuando como un equipo integral multidisciplinar, se enfrenta cada día más a los efectos que el envejecimiento produce en los seres humanos y de manera muy especial en lo relacionado con el fascinante funcionamiento del sistema nerviosos central y en esa compleja combinación de mente-cerebro, a lo que dedicamos el artículo de hoy.

Sin lugar a dudas se han producido cambios extraordinarios en el entorno del hombre en los últimos siglos, lo que ha generado modificaciones en el comportamiento humano mucho más rápidos que los cambios o mutaciones genéticas pueden explicar: Se pudiera pensar que en cierto sentido el ser humano ha añadido a los principios de la teoría de la evolución un proceso de cambio más rápido y profundo en el contexto social y cultural.

Si partimos del grupo de las emociones primarias como el miedo, la rabia, el refuerzo positivo-deseo y la agresividad, debemos añadir otras emociones más evolucionadas que provienen de la relación social y de la capacidad de los seres humanos de establecer vínculos afectivos como la tristeza, la culpa o la vergüenza, la vanidad y el orgullo.

Producto del desarrollo humano al fin todas esas emociones están moduladas en nuestra especie por capacidades simbólicas y la tendencia a crear narrativas alegóricas a cada una de ellas según el caso. Siempre se ha defendido que por delante de nuestra capacidad cognitiva, lo que explica gran parte del comportamiento diferencial del ser humano es nuestra enorme capacidad para emocionarnos con los símbolos y no solo con las narrativas. Esta afinidad por todo lo simbólico afecta y modula a todas nuestras emociones.

Según los expertos «todo trastorno mental tiene una o varias disfunciones en alguna de las emociones y en cada trastorno el paciente elabora una explicación narrativa sobre lo que pasa». Aunque esta narrativa no sea el origen del trastorno.

El cerebro y la mente son en esencia un órgano que crea y procesa estados emocionales sobre los que se estructuras diversas enfermedades.

(René de Lamar, Canarias 7 Saludable. Extracto de artículo con fecha 11 de diciembre de 2016)